Un milagro de vida en las carreteras de Cundinamarca.
El martes 21 de enero, a las 6:25 a.m., Vanessa sufrió un accidente de tránsito mientras se dirigía a su trabajo. Como cada mañana, partió desde Madrid, Cundinamarca, rumbo a Funza, un trayecto de más de una hora. Ese día, su mejor amiga, Lina, no la acompañó debido a un retraso inesperado, lo que la llevó a viajar sola.
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Faltaban solo 25 minutos para llegar a su destino cuando se detuvo en un semáforo cerca del peaje de Siberia. Al igual que otros ciclistas, esperó la señal del tránsito para cruzar y alcanzar la ciclorruta. Justo en ese momento, una volqueta se encontraba delante de ella. Cuando el tránsito habilitó el paso, avanzó sin notar las advertencias de los transeúntes, quienes gritaban y chiflaban con desesperación. Al girar la cabeza hacia la izquierda, vio cómo la volqueta la embestía. En cuestión de segundos, la llanta derecha pasó sobre sus piernas.
Con angustia, pero impulsada por el instinto de sobrevivir, se arrastró para salir de debajo del vehículo mientras pensaba en sus perros. Justo cuando el conductor frenó, el llanto la invadió y solo pudo agradecer por seguir con vida. Lina, quien venía detrás, presenció la escena y, al reconocer su bolso, entró en pánico. Sus amigos la contuvieron, temiendo lo peor.
Uno de sus compañeros se acercó, le tomó la mano y le aseguró que todo estaría bien. Vanessa solo quería ver sus piernas. Al liberarlas, sintió alivio al comprobar que, a pesar del impacto, solo sufrió fracturas en el pie derecho. Su chaqueta se rasgó por la mitad, su bicicleta quedó destruida, pero su cuerpo se salvó de lo peor.
Para ella, seguir con vida es un milagro inexplicable.
